No se había construido aún el actual templo parroquial cuando conocimos y nos encontramos con Javi por la
parroquia de San Juan Bosco. Desde entonces comenzó una estrecha amistad, fruto de muchos momentos
compartidos, que se mantuvo hasta que nos dejó, hace ahora más de un año.
Fuimos afortunados quienes tuvimos el privilegio de conocerlo, y quizás lo más importante, de vivir muchas
experiencias con él.
Ya por entonces empezamos a llamarlo no por su nombre, Javi García, sino como Javi “el largo” (evidentemente por
su altura) o Javi “el de Cuétara” (por ser el lugar donde él vivía con su familia). Y lo fuimos conociendo poco a poco, y
entró a formar parte, como uno más, de la familia salesiana de nuestra parroquia de San Juan Bosco.
Deportista, hasta tal punto que estudió para ser profesor de educación física y, cuando no ejerció como tal, siguió
dedicado al deporte de una u otra forma durante toda su vida.
De corazón enorme con los demás, bondadoso, cercano. Excelente comunicador, reivindicativo y entusiasta en
tantas iniciativas como promovió con diversas organizaciones civiles y eclesiales. Compartía con las personas que lo
conocimos su alegría de vivir, sus grandes ganas de vivir, de disfrutar el amor y la amistad.
Le encantaba la música y le gustaba cantar. De hecho éste fue un motivo también para juntarnos en el coro
parroquial y en numerosas veladas y reuniones de amigos. Actuó en varios musicales en su época de estudiante
universitario y acabó aprendiendo guitarra y canto. E incluso se atrevió a componer y a cantar lo que vivía en su
interior, su experiencia de sentirse amado por Dios, a través de la música religiosa, acompañado de su familia.
Inconformista con su forma de ser, de vivir, con sus relaciones, con su experiencia de fe…
Su ser solidario lo encauzó en la etapa final de su vida marchándose a una experiencia de misiones en sus
vacaciones.
Javi “el Largo” simplemente quiso ser cristiano. Y fue muy exigente consigo mismo porque su deseo siempre fue ser
un buen cristiano. Y lo fue. Un buen cristiano, otro santo de la puerta de al lado. Y así lo sentimos todas las personas
que lo conocimos.
Resulta significativo que mi último recuerdo de Javi, que nunca olvidaré, fue la eucaristía vivida con él y otros amigos
y familia pocos días antes de su muerte.
Nos duele, Javi, el vacío que nos dejaste y que debemos aprender a rellenar con los grandes recuerdos que tenemos
de ti y de tantas vivencias compartidas.
Gracias por tu amor sin condiciones, gracias por haber existido en nuestras vidas.
¡Fuiste querido por tantas personas! Y que más se puede desear cuando la trayectoria vital que ha distinguido a una
persona llega a su fin. No hay mejor legado. No hay mejor regalo.
Y sigues aquí… y así permanecerás. Somos nosotros y nosotras quienes estamos obligados a mantener tu ejemplo de
convicción y de determinación, y hacer que tu labor de entrega a los demás haya tenido sentido. Ojalá que haya
muchas personas como tú, que no se recuerden por lo que fueron, sino que estén presentes por lo que siguen
siendo en nosotros.
Somos ahora nosotros los responsables de que la vida y la labor de Javi “el largo” sirvan para construir ese Reino de
Dios que él deseó en su corazón y que todos llevamos en nuestros corazones.
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