Bosco nació en una familia profundamente cristiana y muy salesiana.
Miembro de una familia numerosa, él era el tercero de los varones que, junto con las hermanas, formaron un ramillete de once. Es fácil comprender que se educó en un sentido de la responsabilidad y del valor del esfuerzo que los fueron fraguando. Así asumió sus estudios y formación como una hermosa y prometedora tarea.
Tras esos primeros pasos, y considerando la fuerte relación de la familia con los salesianos, era lógico que Bosco fuera al aspirantado de Montilla
En agosto de 1960 comienza el noviciado en San José del Valle. El día 16 de agosto de 1961, superados los doce meses de noviciado hizo su primera profesión religiosa. Después vinieron los tres cursos de estudios de Filosofía, terminados estos, Juan Bosco salió para su tirocinio. Ronda fue su primer destino. De allí fue a Posadas y es en esta casa donde comienza a entusiasmarse con el trabajo de los que tienen más dificultades. Recordará sus clases nocturnas para adultos y los grupos de trabajadores que acudían a prepararse, unos a aprender a leer y a escribir, y otros para obtener el Certificado de Estudios Primarios.
Durante los años de Estudios Teológicos de preparación al sacerdocio, en Sanlúcar La Mayor, provincia de Sevilla (1966-1970), dedicó los fines de semana, junto con otros compañeros a trabajar pastoralmente con jóvenes marginados de los barrios periféricos de Sevilla (Torreblanca y otros).
Recién ordenado fue destinado un año a Pozoblanco. Su inquietud por los problemas del mundo y de los “signos de los tiempos” le motivaba a trabajar con empeño tanto en su formación como entre los alumnos y aprendices.
Su entrega religiosa y sacerdotal al mundo obrero se fue aquilatando con su dedicación en las Escuelas Profesionales Salesianas de Santa Cruz de Tenerife y de Málaga, en las que, aprovechando las circunstancias, consiguió el título de Maestría Industrial, mientras realizaba sus tareas pastorales con los jóvenes aprendices.
La coyuntura político-social de los años de la transición hacían para muchos de los salesianos atractivas las especialidades incipientes de Psicología y Sociología. Bosco se inclinó por esta última. Pidió asistir a los cursos de verano que se impartían en El Escorial y después terminó la licencia en Madrid.
LAS CASAS SALESIANAS DE SU VIDA
Entre la docena de casas en las que estuvo destinado, destacan:
Posadas, que fue su primera experiencia.
Jaén podríamos decir que fue su casa. En esta ciudad vivió tres etapas. La primera en la Residencia para menores con dificultades que tenía la Diputación Provincial. En residencias como la de Jaén había poco tiempo libre, mucho trabajo, escasez de medios y chicos con fuertes carencias, pero para Bosco, igual que para otros salesianos, era un hermoso campo donde sembrar con generosidad y muchas esperanzas.
La segunda, en la Parroquia y el Centro Juvenil DOSA, en el que supo ingeniar y buscar recursos para los jóvenes, con una clara conciencia de barrio, por el que trabajó y promovió interesantes iniciativas como Don Reciclón, adelantándose a la sensibilidad y el compromiso ecológico.
La tercera y última fue la Casa de Acogida. Una presencia que abre sus puertas a los jóvenes que se encuentran en serias necesidades y que necesitan de un equipo de educadores, de un grupo de iguales con quienes convivir y de un hogar donde educarse para vivir en familia.
Otra realidad a destacar es la vivida en la parroquia de Linares. Lo más urgente e importante era formar una comunidad parroquial. Como parroquia salesiana tenía que pensar en un centro juvenil que fuese colmena que animara la parroquia. Otra vez, Bosco, tiene la posibilidad de poner en práctica sus artes y facultades para fomentar la participación y el ambiente oratoriano. Fueron muchas las actividades e iniciativas que se realizaron, y de esa cantera surgieron jóvenes animadores y feligreses cristiana y socialmente comprometidos.
UNA BREVE SEMBLANZA
Todo cuanto pueda decirse de Bosco tiene un soporte ineludible, que es también razón de todo ello: el seguimiento de Jesús a través de la vida religiosa salesiana y del sacerdocio. Nada de lo que realizó en su vida se entendería sin este fundamento.
Entre sus cualidades resaltan:
- Una fe profunda en la persona de Jesús y en la implantación de su Reino en la tierra.
- Su fidelidad vocacional.
- Una gran confianza en sí mismo y en los demás, como condición previa para la realización del proyecto personal.
- Sencillez de vida y en su trabajo, como queriendo siempre pasar desapercibido.
- La defensa de la dignidad de la persona, especialmente, de los marginados.
- Su entrega generosa e ilusionada a la misión salesiana, especialmente a los jóvenes más pobres y desfavorecidos.
- Lleno de ideales, procuraba realizarlos hasta la medida de sus posibilidades.
- Todo su tiempo, -robaba muchas horas al descanso nocturno- era para sus muchachos.
- Procuraba estar siempre al día en el análisis de la realidad y en el conocimiento de las ciencias sociales.
SUS CONFESIONES
De una de sus cartas:
“No he gustado de cargos ni despachos, ni aparentes representaciones. Ello me ha mantenido más libre para estar más cerca de las personas, -mientras más necesitadas mejor-, para sentirme más a gusto y para centrarme vehementemente en la “misión” del “para vosotros”, a niveles sencillos y encarnados. Y, cuando, por obediencia, he tenido que ocupar cargos, he intentado siempre ser y estar, por mi compromiso y mi trabajo, oculto, sencillo y abierto a necesidades y respuestas concretas a las situaciones más débiles”.